Hacía dos minutos que un imaginario
y pequeño cuco había vuelto a cobijarse
en su diminuta estancia,
tras entonar las tres de la madrugada.
La ventana semiabierta le permitía gozar
de ligeras y moderadas ráfagas
de brisa otoñal,
perfumadas de aromas a lavanda
y hierbabuena…
Septiembre comenzaba a hacerse presente.
La tenue luz de un cómplice flexo,
James Taylor y ‘You can close your eyes’
como fondo,
el resoplido acompasado de su inseparable
y paciente ‘Ringo’,
el sonido del teclado
transformando consonantes y vocales
en palabras,
eran toda su compañía.
Fueron momentos cercanos a lo sublime.