En el Ateneo de Córdoba

Presentación del libro «MEMORIA DEL TIEMPO»

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«POESÍA DE LAS VIVENCIAS DE ANTONIO FERNÁNDEZ FERRER»,
por Antonio Varo Baena, Presidente del Ateneo de Córdoba (20-2-2014)

«He llamado poesía de la vivencia (suena mucho a ‘videncia’, a fin de cuentas la poesía es ver más allá) de Antonio Fernández Ferrer este libro «Memoria del tiempo» (Editorial Alhulia) por dos motivos fundamentales. En primer lugar es una poesía cercana a esa otra de sus paisanos granadinos García Montero, Javier Egea o Álvaro Salvador, llamada la ‘poesía de la experiencia’ que, para ser exactos, hay que decir que no inventan ellos, aunque la revitalizan, la incrustan y actualizan en nuestra poesía moderna a finales del siglo pasado, y por otro lado es una palabra y un concepto que aparecen de continuo en este poemario que presentamos. Como en uno de sus primeras composiciones, en la que Antonio Fernández define su libro como “álbum de vivencias”.

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Ya en sus tres primeros versos nos remite a su declaración de principios:

Nunca he sido,
ni soy (ni acaso sea) el que conocéis.
Sólo comparto conmigo
alguna vivencia entrecruzada…

Es decir, se configura a través de las vivencias pero, al tiempo y como una paradoja insoslayable, esas vivencias le desajenan. Porque, a fin de cuentas, las vivencias no son sino un espejismo:

He vuelto a adivinarte
en la blanca línea recta que
en noches de luna llena
se dibuja sobre el mar.

Y ello lo confirma el poema “Génesis”, como una génesis de su poesía, con una serie de imágenes vivenciales, que fija en el verso como un caudal de un río heraclitiano, pero al tiempo parmenidesiano. Y estas vivencias e imágenes ‘son los versos que conforman un poema’. Y se conforman los versos -como la vida- con una impresión (tiene algo de impresionista esta poesía), con lo concreto pero a la vez lo efímero: el vuelo de un pájaro, el sonido de una canción (qué poesía no es también canción aunque no se cante): un grabado, una pintura o una barca abandonada (con un cierto tono modernista).

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Porque su poesía es un caudal de imágenes. Muy visual, muy imaginativa, y uno recrea en su mente lo que el poeta escribe, como si fuera una fantasía, un “Boceto inacabado”. En este poema surge otro tema dilecto de Antonio: el ocaso, el amanecer, las confluencias del sol con la tierra a lo largo del día. Esos únicos momentos en que la tierra roza el universo, se materializa de manera más honda y evidente, ante un yo presente, por lo que emerge un lirismo contenido y exacto. Es una vida que pasa:

Imaginando
largos atardeceres
paso la vida.

Y no hay más exactitud que la soledad:

La soledad,
nuestra soledad,
es la compañía que, de vez en cuando,
más necesitamos…

o en los versos: Somos una de tantas dualidades errantes y solitarias…

Comparte en este sentido la espléndida soledad musical de Carlos Cano cuando dijo: “Nunca estamos solos, siempre nos acompaña la soledad”. Ello denota un cierto hastío de la rutina pero a la vez una decepción por lo venidero:

Lo trascendente es el hoy
frente a los sueños

de un futuro por llegar.

Una decepción vital que incluye la palabra, ‘esos atardeceres que ya no le seccionan el alma’:

Será porque ya es tarde
para recomenzar la historia de mi vida,
para reiniciar el disco duro de hábitos olvidados.

Todo ello con una poesía accesible, íntima, con una cierta versatilidad formal, sin forzar, dejando que el poema lleve su propio ritmo, hasta llegar a la tentación del ‘Haiku’, aunque con similar temática de sus otros poemas: la luna, el ocaso, las estaciones, los árboles, la rutina y la naturaleza. Y, aunque coge el ‘librillo’ del maestro Yosa Buson, Antonio Fernández Ferrer hace del haiku -quizá se preste a ello- aforismos encadenados:

Cada segundo
supone una condena
en minúscula.

El poemario lo componen, en fin, tres apartados: ‘Versos en la madrugada’, ‘Memoria del tiempo’ y ‘Veladas ironías’. De lo cual se puede colegir una cierta miscelánea temática, lo que no impide su unidad. Y oscila entre los temas ya anunciados, a rememorar ese local emblemático, ese espacio literario-musical de Granada como es ‘La Tertulia’, u otros lugares de su Granada vital en su poema “Rincones granadinos”.

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En ‘Memoria del tiempo’ no puede faltar la añoranza por la infancia: “Granada MCMLXII”, es el paso del tiempo por uno mismo que el autor intenta recobrar, aludiendo a momentos del pasado. Por ello nos dice que no somos sino ‘versos olvidados en el poema elegíaco de la vida’. Pero si antes eran las vivencias las que conformaban el poema, ahora son los recuerdos los que lo conforman:

Esos recodos de la memoria
que pueden llegar a hacernos sentir
algo parecido a la felicidad.

Plasticidad de su poesía que se hace memoria, y memoria que se hace poesía, ya que los recuerdos son

Momentos atrapados
en el pasado más cercano,
profecías de un futuro por diseñar
y que hoy nos acompaña.

Porque, como afirmaba el recordado Félix Grande: ‘Tal vez un tiempo sea el estigma de otro tiempo’.

Pero no es el pasado lo que pesa como una losa, sino el futuro, condicionado por el pasado, y por las perspectivas del presente, donde cabe lo entrañable y cotidiano, como el poema a su perro Ringo “Camarada y leal compañero”.

Y el amor: ‘A mi guitarra aún no se lo dije y ya te añora’. Mas tampoco olvida a los desvalidos como en el poema “Maternal conjuro desde el cayuco”.

En el tercer libreto de este poemario ‘Velada Ironías’ (todas las ironías son veladas) Antonio Fernández Ferrer construye unos poemas-relato, como el relato de despedida sobre un frustrado suicidio, como la anécdota cotidiana presente que es capaz de acabar con todos los pensamientos e intenciones de trascendencia en “Relato de la incapacidad manifiesta”.

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Poesía de vivencias, y evidencias, como el paso del tiempo en un poema en el que resume sus intenciones y temática “Instantes atrapados en el pasado» :

Intensas vivencias
de complicidad con el amigo,
evocadoras canciones en la lejanía,
ingenuos juegos compartidos…

Es el tiempo, la memoria del tiempo… como este libro que también quedará guardado en nuestro propio devenir.»

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© Antonio Varo Baena. Presidente del Ateneo de Córdoba, 20-2-2014. Fotografías cedidas por © Miguel Collado Espejo (Córdoba)

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